Querido alumno: Dr. Manuel Barquín Calderón
Al presenciar tu llegada a esta Facultad, con el paso ágil, actitud alerta, y exhibiendo la lozanía de la juventud, viene a mi mente un cúmulo de reflexiones.
Sin duda antes de inscribirte en esta Facultad de Medicina, ya habrás analizado lo que significa ser médico y básicamente habrás llegado a la conclusión de que la medicina sigue siendo un servicio y no un negocio; sin duda hay muchas más ocupaciones en esta época que te permitirán amasar fortunas, objetivo que nunca ha sido el del médico.
Habrás considerado la gran responsabilidad personal y profesional de un médico que llega a tener en sus manos la vida o la honra de un paciente y que sólo el espíritu de servicio aparta el profesional de la medicina de la tentación que entraña la corrupción profesional, espero que no abraces el estudio de esta profesión a través del romance del “Dr. Kildear”, que en Hollywood ha presentado como el joven médico de albo uniforme ejerciendo su medicina en modernos hospitales con tecnología de punta y clientela selecta, pues esta posibilidad se presentará en menos del diez por ciento de los egresados de esta Facultad y el resto ejercerá en clínicas o centros de salud, en rumbos polvosos de las áreas marginadas de nuestras ciudades o en pueblos pequeños de gente campesina cuyo único patrimonio es el trabajo de sus manos y tu pago: las lágrimas de agradecimiento de tus pacientes y sus familiares.
La carrera sin duda es sólo un preámbulo para un estado permanente de búsqueda y estudio de nuevos procedimientos y tecnología que se adentren en el diagnóstico y potencien las posibilidades del tratamiento, a base de tecnología de punta, costosa y compleja que debe dejarse, por excepción, para casos clínicos cuya complejidad amerite la invocación de estos recursos y de especialistas calificados para operarlos.
Considero la carrera universitaria un preámbulo, pues: dada la dinámica de la medicina moderna, el médico debe estar estudiando siempre las nuevas aportaciones de la ciencia y tecnología a la aplicación de la medicina de excelencia.
La estructura de la carrera, define con claridad un grupo de materias básicas que procurarán a través de las materias morfológicas conocer la estructura desde la molécula, célula, tejido, órgano, aparato o sistema; la conformación de la materia orgánica en el ser humano, visto a microscopio o en las disecciones de la Anatomía, en la que escudriñando en el cadáver o en la presentación, la fábrica humana y se te antojará, como los émulos y prosectores de Vesalio buscar con el escalpelo el asiento del alma.
Conocerás asimismo el funcionamiento del individuo en forma normal, con el objetivo de distinguirlo cuando la enfermedad lo atacó y le produce lesiones.
Sin embargo, la parte esencial de esta profesión consistirá en ejercer la clínica frente al enfermo y en presencia de su dolor, procurarán identificar signos y síntomas que te conduzcan a formular un diagnóstico y solicitar la intervención de servicios auxiliares que amplifiquen esa visión preliminar.
El hacer frente al dolor debe ser la parte más sensible que ejercite un médico, pues sin duda sólo la muerte es un daño mayor, pero el dolor elevado a su más alta expresión puede conducir al enfermo a desearla.
En la exploración de un paciente hecha con tacto y respeto, debe enmarcarse entre la mejor relación médico- paciente, a veces, la pura confianza que tiene el enfermo en su médico ponen en operación los más recónditos mecanismos de defensa y alivio, que terminan por sanar al paciente.
La sociedad reserva un espacio de honor para el buen médico y para ocupar este puesto, no pide que el médico sea un apóstol y un héroe, sino solamente un ser humano sensible, prudente, apasionado por su arte científica, que en mucho significa la gran satisfacción del profesante de la medicina, que viene a constituir el estímulo más importante para su superación y espíritu de servicio.
Sin duda, como en la Grecia de la Edad de Oro el médico entraba a un hogar sólo para el beneficio del paciente, respetando la vida y la condición den enfermo apartándose de cualquier actitud de corrupción o mercantilización de su oficio, sin tomar en cuenta la condición económica y social del enfermo, pues no se debe adoptar una actitud tiránica con el pobre y lacallesca con el poderoso.
El proceso enseñanza-aprendizaje se inscribe en el Arte cuando un Maestro como un escultor esculpe en el espíritu del educando un perfil no sólo de un buen profesional, sino de un excelente ser humano capaz de dedicar todo su esfuerzo al beneficio de su prójimo cuando este se encuentra en la penosa situación de sufrir y quizá aún de perecer, afecto de un acerbo padecimiento.
Sin duda, uno de los alicientes para enseñar es sentir la satisfacción de presenciar el triunfo de un buen alumno como se goza el éxito de un buen hijo.
El deseo más ferviente de un verdadero Mentor es el de esperar que un alumno en su momento de triunfo recuerde con agrado y añoranza la contribución de éste en su formación y aprecie el empeño y dedicación de su maestro en su formación como profesional y hombre de bien.
La satisfacción de ejercer la docencia es en cierta forma como el deseo de trascender y perpetuarse a través de la especie, no importando que el alumno pertenezca a una determinada clase social; porque se encuentra un gran placer instruyendo a un discípulo, debido a que nuestra enseñanza contribuirá a que logre la movilidad social a la que aspira y la cual le abrirá una amplia gama de oportunidades en su vida.
Por último, alumno y amigo: recuerda que el ejercicio de la medicina es como la ejecución de una excelsa melodía que, realizada con un supremo instrumento, vestido de etiqueta, como solista o formando parte de una gran orquesta; o bien se puede tocar también con modesto instrumento en un pobre recinto en un rumbo olvidado para un auditorio humilde, pero que en esencia sus arpegios en ambos casos deben llegar hasta lo más profundo del corazón de los seres humanos.